martes, 20 de enero de 2009

Ritmo y Color del Cono Norte


Llega el fin de semana, es viernes o sábado por la noche. Los jóvenes y no tan jóvenes buscan diversión y si de diversión nocturna se trata el boulevard de Los olivos o de Comas son los puntos de encuentro.
Cada sábado el boulevar de Los Olivos atrae a unas doce mil personas. En los cincuenta locales que lo constituyen se escuchan toda clase de ritmos y donde la diversión está asegurada, si así lo quiere, hasta el amanecer.
Si bailar, sudar y gozar del éxtasis de la noche fuera un pecado mortal, el Boulevard de Los Olivos sería, sin duda, el mismo infierno. Nunca antes en la ciudad existió un centro nocturno que, en dos cuadras sembradas de pubs, inmensas discotecas y peñas, pudiera congregar en solo una noche a doce mil personas, ávidas de diversión y relax. El bulevar más concurrido de Lima está en el Cono Norte y cada fin de semana estalla en júbilo. Shows en vivo, música para todos los gustos y una oferta tan vasta como heterogénea hacen del Boulevard de Los Olivos un punto ineludible en el recorrido por las noches más movidas de la capital.
En el Boulevard de Los Olivos, tanto los locales como la gente que los colma no se parecen en nada unos a otros. Bien se puede encontrar a un grupo de salseros con camisas floreadas, que pugna por entrar al Karamba Latin Disco, y a pocos metros a una manchita de adolescentes con micro faldas y minúsculos tops en pos de bailar reggaetón toda la noche en alguna de las muchas discotecas del Boulevard. O bien parejas de señorones base cinco que, muy elegantes y algo pasados de tragos, enfilan sus pasos rumbo al restaurante-peña turística Princesita de Yungay. Aquello de "para todos los gustos" nunca fue tan cierto. En el Boulvard de Los Olivos todo está junto, o muy cerca. Un inmenso mercado de entretenimiento nocturno que oferta desde pachanga y reggaetón del bueno, hasta música del recuerdo en vivo. Leo Dan y Nino Bravo más vivos que nunca.

Música para todos

Entrar al Karamba es algo así como internarse en la sauna más grande que pueda haber visto. Una sauna que, además de inmensa, pareciera vibrar y resonar al ritmo de la salsa sensual. Abajo, un mar de gente se contonea y suda al son de los timbales y las trompetas. Más de mil quinientas personas alzan las manos al mismo tiempo y se dejan envolver en el torbellino de la música. A solo unos metros del Karamba, hay un local en donde la salsa no interesa. Es el Kokus, un antro ochentero que cada fin de semana presenta conjuntos de rock clásico hacen delirar a los cientos de cabecitas de cabellera desordenada y pantalones rasgados que se han aglutinado en la zona vip del local para tomar unos tragos y escuchar rock del bueno. Unos pasos más allá está el Makoke, un bar-discoteca que rinde homenaje a viejas leyendas del rock & roll.
el Weekend, acaso la discoteca más popular del Boulevard. Cerca de dos mil personas disfrutan de este show. Otras tantas se quedarán afuera haciendo una tumultuosa cola en busca de la fiesta prometida de Weekend. El caso es que esta discoteca pareciera estar siempre repleta, al borde del colapso. Y es que si algo asegura este local es música, baile y diversión sin límites.
A unos cincuenta metros del bullicio eterno del Weekend, hay una apacible peña folklórica. La Princesita de Yungay es un bar con pista de baile y shows en vivo dirigido a los migrantes andinos. Hay también un espacio para los boleros y baladas de antaño. El Rincón de los Recuerdos es un salón de baile acondicionado para los que piensan que recordar es volver a vivir. Una banda de enternados señores entonan viejas canciones de amor al tiempo que las parejas se animan a bailar y cantar a viva voz, como en los viejos tiempos. Pero la oferta que brinda el Boulevard de Los Olivos no termina aquí. Además de los cincuenta locales (entre discotecas, salsódromos, pubs, bares, cantinas, peñas folclóricas y karaokes), hay una decena de restaurantes y no pocos hostales para coronar como se debe una noche sin límites.
Pronto serán las cuatro de la mañana del domingo. Hace dos horas los locales cerraron sus puertas. El Boulevard comienza a despoblarse. ¿A dónde se fueron todos? Son las cuatro de la mañana y apenas se distinguen dos o tres siluetas alejándose, el olor hediondo a orina invaden las veredas. La música llega a la calle como un rumor, sin estridencias. Y pensar que allá dentro, en las discotecas, la fiesta continuará hasta que salga el sol.



En El Retablo, se encuentra el ya célebre Boulevard de Comas, más conocido como La calle de las pizzas, aunque lo que se oferte en realidad sean anticuchos y hamburguesas.
Este boulevard de apenas una sola, larga y fragmentada calle que empieza en la cuadra quince de la Av. Universitaria, es un espectáculo de luces y bullaranga seis días a la semana. Definitivamente, éste no es un lugar para buscar estatus, sino puntual diversión. Los neones y faros iluminan una calle atestada de muchachos, taxis y negocios oportunistas. Aquí se apiña una de las mayores concentraciones de lugares de diversión por metro cuadrado de la capital y prosperan las discotecas más grandes, masivas y modernas como Kápital, Muelle Inn y la cercana Calle 8, que levanta sus tres pisos en la cuadra diez de la Av. Túpac Amaru, no muy lejos de la comisaría de Comas.Meta el cuerpo en uno de estos locales y verá una marea humana danzando fuera de sí en las pistas de baile azotadas por rápidos baldazos de luz. En sus enormes escenarios se mueven afanosos animadores cuya misión es impedir el decaimiento de la diversión.

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